Una empresa de familia “grande” que quiere transformarse o necesita llegar a ser una “gran empresa”, tiene la obligación de traspasar el muro de la emocionalidad.

Es muy diferente manejar una empresa desde las emociones, que implica la satisfacción de ser dueño y de tomar las decisiones que le lleven a potenciar los ingresos de la familia, que manejar una gran empresa en la cual se tiene que tomar en cuenta la empresa en su entorno social, político y económico.

¿Dónde radica esta gran diferencia?
Una de las respuestas posibles está en la gestión, ya que si queremos que la empresa permanezca en manos de la familia y contratamos familiares cercanos, tal vez lo logremos. Pero, en el momento de necesitar tomar la decisión (por exigencias del medio) de crecer o morir, nos vemos obligados a abrirnos a aquellos “no familiares”, pero que sí son muy competentes y exitosos.

Y entonces, ¿quiénes son los competentes y/o exitosos?
Aquellos que tengan mucho conocimiento de lo que van a manejar, que tengan las habilidades o destrezas para manejarlo y – muy importante y muy difícil de lograr– que tengan la inteligencia emocional que les permita llegar a las metas soñadas.

Por lo tanto, si queremos ser una gran empresa, tenemos que apuntar en esta dirección. Ahora bien, si lo encontramos dentro de “la familia”, fantástico, pero de lo contrario, tendremos que buscarlo en el medio, a través de un buen reclutamiento y una buena selección.

Nuevamente nos encontramos con un gran problema:
¿A partir de una empresa de familia, en que la mayoría de los miembros son multifuncionales, hemos ido diferenciando funciones y tareas y las hemos plasmado en descripciones de cargo objetivas?

Si la respuesta es negativa, difícilmente encontraremos al candidato que tenga la mayor probabilidad de ser exitoso.

Eso lo veremos en nuestra próxima reflexión.

Por ahora, si eres partes de una empresa de familiar y te gustó esta reflexión, te agradecería contestar esta breve encuesta.

Muchas gracias.